Alrededor de 2.500 personas esperan a U2 en el Estadio Nacional
Ayer a las 6.00 comenzó a llegar el público, que pasó la noche con carpas y sacos de dormir.
Alrededor de 2.500 personas ya están en el Estadio Nacional, a la espera del concierto de U2, que tendrá lugar esta noche a las 21.30.
A las 6.00 horas de ayer comenzaron a llegar los fanáticos del grupo irlandés, que pasaron la noche del jueves y la madrugada de hoy cubiertos con sacos de dormir y carpas, para evadir las bajas temperaturas.
Desde distintos lugares del país, los admiradores de la banda liderada por Bono y The Edge, adelantaron su llegada al estadio, que abrirá sus puertas recién a las 16.00 horas, debido a que las primeras 3 mil personas en llegar podrán entrar antes, a la zona conocida como el Red Zone, la más cercana a los cantantes.
U2 llega por separado y ensaya durante tres horas en el Nacional
Bono arribó en la tarde y, para sepultar un mes de inactividad, se juntó con sus compañeros y repasaron el show completo de hoy.
"¡Bono, tú eres del pueblo, eres del pueblo!". Con esa proclama, un personero del Aeropuerto de Santiago devenido en fan de U2 -y en profeta capaz de avizorar el carácter popular de los rockstars- recibió al cantante de U2 en su arribo a la capital, ayer cerca de las 15.30 horas y en vuelo privado que lo trajo desde Buenos Aires, hasta donde llegó en un avión comercial proveniente de Nueva York.
Casi como una vuelta de mano a esa arenga, el irlandés -que con su banda se presenta hoy en el Estadio Nacional- pidió al chofer que bajara los vidrios de la van Chevrolet polarizada que lo sacó de un sector exclusivo de la terminal aérea, para cruzar un par de palabras con periodistas, fans y trabajadores que se agolpaban a su paso. Pero el artista no sólo bajó su ventana: como un Mesías que aparece sobre su pléyade -antes le había dado la mano al personal de aduana-, abrió toda la puerta para hablar con tranquilidad.
"Estoy muy feliz de volver. Este es uno de mis lugares favoritos", lanzó el cantante, vestido con una chaqueta azul oscura, sombrero, sus anteojos tradicionales y barba incipiente. "Me encantan las sorpresas, pero van a tener que verlo ahí", dijo después sobre una posible alusión a la historia chilena reciente en el show, la que deslizó cuando se le preguntó por el rescate de los mineros: "Ellos son heroicos".
Pero lo que más preocupaba al hombre de One en su aterrizaje no era ni el acoso de la prensa ni las promesas protocolares: el cantante aclaró que, antes de su presentación, se juntaría con el resto de sus camaradas para ensayar, tras el paréntesis de más de un mes que realizó el 360° tour desde su última fecha, el 18 de febrero en Sudáfrica. "Vamos a tener ensayos esta noche (ayer) y ahí me voy a ver con todos", aclaró.
Tras el adiós -hasta se dio el tiempo de repetir el nombre de un programa de farándula- partió al hotel W, donde aloja con el resto de la agrupación. Ahí se quedará junto a su esposa, Alison Stewart, en la suite Wow, la más exclusiva del recinto, y donde ayer lo esperaba agua mineral San Pellegrino, yogures naturales y quesos. Durante estos días, su staff registró todo el piso del lugar y pidió a parte de los empleados del W apagar sus celulares al interior del hotel -para evitar fotos- y presentar una identificación cuando transitan por los pasillos.
Tras un par de horas en su habitación, partió hasta el recinto de Ñuñoa a un ensayo con toda la banda. Mientras el guitarrista "The Edge" arribó el miércoles, tras cinco días en el norte, el bajista Adam Clayton y el baterista Larry Mullen lo hicieron ayer en la mañana (este último llegó en vuelo comercial).
En el recinto estuvieron desde las 18.30 horas hasta cerca de las 22. Ensayaron y revisaron casi por completo el espectáculo que mostrarán esta noche y el sonido se percibía a varias cuadras de distancia. Entre los temas interpretados aparecieron Beautiful day, I will follow, Mysterious ways y Elevation. Además, grabaron voces de una intérprete local. La idea estaba clara: retomar el ritmo tras un mes de inactividad y un lapso en que se dedicaron a ultimar los detalles del musical de Spiderman. Tras el paso por el reducto, el vocalista volvió a ser del pueblo: cuando salía por una de las puertas de calle Maratón, se detuvo, se bajó de la van y saludó de beso al puñado de fanáticas que lo esperaban, además de autografiar un par de discos. "Nos vemos mañana", dijo.
Pero la obsesión por el trabajo y el excelente manejo ante sus seguidores no es sólo una contingencia: un trozo mayor de su perdurabilidad como institución pop -las crisis han sido ínfimas en 30 años- se basa en ese apego por la tradición y por perpetuar las fórmulas de trabajo de sus inicios. En Chile están con Paul McGuinness, mánager que los descubrió a fines de los 70 en Dublín y que confió en ellos mucho antes de su suceso. A Santiago también llegaron Joe O'Herlihy, productor de sonido que le prestó al grupo sus primeros equipos en 1978, y Jake Berry, director de producción de sus dos anteriores giras. "Esto es una familia", cuenta Berry a La Tercera en torno al estilo profesional de los irlandeses, cuyo actual escenario, "La garra", fue ideado por Willie Williams, diseñador de sus escenografías desde 1983 y quien también está en el país.
En lo personal, la fidelidad se repite. Bono está casado desde 1982 con Alison Stewart, a quien conoció en su colegio; Mullen convive hasta hoy con otra compañera colegial, Ann Acheson; "The Edge" también contrajo matrimonio con su novia de adolescencia, pero se divorció en 1989. Eso sí, en 2002 se casó con una de las bailarinas de la banda, con quien está en Chile. El cuarteto planea una fiesta privada tras el show.
Muse: lo que traen los teloneros estelares
A las 20 horas, los británicos de Muse serán los encargados de salir a telonear a los irlandeses. Pero aunque la tarea se presta para el bajo perfil y para pasar inadvertidos, lo cierto es que la banda liderada por Matthew Bellamy llega en su momento de consolidación absoluta. Así, el conjunto arriba con un flamante Grammy bajo el brazo, que se ganaron en la última ceremonia, como mejor álbum de Rock por The resistance, su quinto disco de estudio.
Esa será precisamente la mayoría del material que saldrá a escena durante su presentanción, que está programada para cerca de 45 minutos, y que tiene como carta de presentación los singles Resistance , Uprising y Undisclosed desires. Además, las presentaciones del trío han sido calificadas como los mejores actos en vivo del último tiempo.
La banda -que aloja en el hotel W y que ensayó el miércoles- también tiene un vínculo con la cultura pop adolescente: dos de sus temas fueron incluidos en las bandas sonoras de las películas de la saga Crepúsculo: I Belong to You, para el soundtrack de Luna nueva, y el remix Neutron Star Collision (Love Is Forever), como parte de Eclipse .
U2: Lo que ganan y pierden
Resulta que está de moda. Que parece que hoy es cool y de gente con onda darle duro a U2, mirarlos en menos, descuerarlos, tratarlos como si fueran unos pobres vejetes que una vez más han tenido el mal gusto de traer su circo rockero a los nobles pastos del Nacional. Nadie sabe en qué momento se convirtió en una tendencia posmoderna o en el último hábito de los listos cuestionar a los irlandeses que tocan hoy en Santiago.
Quizás desde los días en que Bono empezó a frecuentar a presidentes y cancilleres (como si pedir que se condone la deuda de los países más pobres fuera algo reprochable) o desde que sus canciones volvieron a sonar en radios (bien por ellos que tuvieron un segundo y tercer aire) o desde que estuvieron dispuestos a pagar el costo de convertirse en la banda más importante del planeta (giras millonarias, alianzas comerciales, etc.).
La cosa es que en estos días hasta parece bien visto arrugar la nariz cuando se habla de los de Dublín. Curioso. Porque es cierto que esta última visita no ha generado la locura de las de 1998 o de 2006 y que su último disco, No line on the horizon, no entraría en una lista de imperdibles de su catálogo. Y también es cierto que Bono muchas veces agota en su papel de "Capitán Planeta" y que parece más sensato ahorrar algo de dinero para ver a algunos de los debutantes de Lollapalooza en vez de repetirse el plato por tercera vez con U2.
Pero, francamente, y con la mano en el corazón, ¿da como para este nivel de odiosidad y de ninguneo a un grupo como ha habido pocos en la historia de la música popular? ¿Acaso por juntarse con Condoleezza Rice, un clásico como Achtung baby deja de serlo, así, instantáneamente? ¿Es de verdad tan desagradable que un cantante con carisma y discurso se desmarque temporalmente de su banda y trate de echarles una manito a los más pobres, le resulte o no? ¿Habla mal de ellos que ganen plata, que hagan giras faraónicas o que se estén poniendo viejos, considerando que llevan 35 años tocando?
U2 te puede gustar o no, qué duda cabe, pero no hay cuestionamiento musical o artístico medianamente sólido que permita mirarlos por sobre el hombro o que borre lo muy bueno que han hecho. Los que tengan dudas, no estaría mal que se dieran una vuelta esta noche por el Nacional. Ahí verán cómo se juega en primera y qué es lo que ganan o pierden los que son grandes de verdad.
Resulta que está de moda. Que parece que hoy es cool y de gente con onda darle duro a U2, mirarlos en menos, descuerarlos, tratarlos como si fueran unos pobres vejetes que una vez más han tenido el mal gusto de traer su circo rockero a los nobles pastos del Nacional. Nadie sabe en qué momento se convirtió en una tendencia posmoderna o en el último hábito de los listos cuestionar a los irlandeses que tocan hoy en Santiago.
Quizás desde los días en que Bono empezó a frecuentar a presidentes y cancilleres (como si pedir que se condone la deuda de los países más pobres fuera algo reprochable) o desde que sus canciones volvieron a sonar en radios (bien por ellos que tuvieron un segundo y tercer aire) o desde que estuvieron dispuestos a pagar el costo de convertirse en la banda más importante del planeta (giras millonarias, alianzas comerciales, etc.).
La cosa es que en estos días hasta parece bien visto arrugar la nariz cuando se habla de los de Dublín. Curioso. Porque es cierto que esta última visita no ha generado la locura de las de 1998 o de 2006 y que su último disco, No line on the horizon, no entraría en una lista de imperdibles de su catálogo. Y también es cierto que Bono muchas veces agota en su papel de "Capitán Planeta" y que parece más sensato ahorrar algo de dinero para ver a algunos de los debutantes de Lollapalooza en vez de repetirse el plato por tercera vez con U2.
Pero, francamente, y con la mano en el corazón, ¿da como para este nivel de odiosidad y de ninguneo a un grupo como ha habido pocos en la historia de la música popular? ¿Acaso por juntarse con Condoleezza Rice, un clásico como Achtung baby deja de serlo, así, instantáneamente? ¿Es de verdad tan desagradable que un cantante con carisma y discurso se desmarque temporalmente de su banda y trate de echarles una manito a los más pobres, le resulte o no? ¿Habla mal de ellos que ganen plata, que hagan giras faraónicas o que se estén poniendo viejos, considerando que llevan 35 años tocando?
U2 te puede gustar o no, qué duda cabe, pero no hay cuestionamiento musical o artístico medianamente sólido que permita mirarlos por sobre el hombro o que borre lo muy bueno que han hecho. Los que tengan dudas, no estaría mal que se dieran una vuelta esta noche por el Nacional. Ahí verán cómo se juega en primera y qué es lo que ganan o pierden los que son grandes de verdad.
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U2 in Chile
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